El pozo formado en 1971 ha sido una atracción turística; sin embargo, sus repercusiones en la ecología y salud de la población de Darvaza han sido punto fundamental para que el Presidente de Turkmenistán haga un llamado a especialistas para idear la forma de apagarlo.
Ciudad de México, 9 de enero (RT).- El Presidente de Turkmenistán, Gurbanguly Berdimuhamedow, ha ordenado este viernes apagar el pozo de gas natural de Darvaza, bautizado por los residentes locales como «las puertas del infierno». Convertido en una atracción turística, el cráter, de 60 metros de diámetro y unos 20 metros de profundidad sigue ardiendo sin parar desde hace 50 años, lo que no deja de ser un problema para la ecología y la salud de la población local.
Las autoridades turkmenas se muestran preocupadas por el impacto nocivo de la enorme cantidad del gas que se quema en la zona, que no pueden aprovechar ni comercializar para mejorar el nivel de vida de los ciudadanos.
Sin embargo, la tarea de apagar las llamas «del infierno» no parece nada fácil, por lo que el mandatario del país centroasiático ha ordenado que científicos se involucren en la operación para buscar la mejor manera de extinguir el fuego y, en caso de que sea necesario, que también lo hagan especialistas extranjeros.
«Estamos creando y seguiremos creando todas las condiciones necesarias para explotar las enormes reservas de hidrocarburos de la patria independiente y neutra en interés de nuestro pueblo», declaró Berdimuhamedow, citado por Turkmenportal, durante una reunión del Gobierno emitida por el canal estatal Watan.
El pozo, situado en el desierto de Karakum, en las inmediaciones de la aldea de Darvaza, se formó en 1971, cuando un grupo de geólogos soviéticos dio con una cueva subterránea llena de gas natural durante unas obras de prospección. Al iniciar la perforación, provocaron el derrumbe del suelo, abriéndose un enorme agujero con el hidrocarburo.
En su intento por evitar que el gas intoxicara a los residentes locales y al ganado, los geólogos decidieron prender fuego al pozo, creyendo que las llamas se extinguirían con el tiempo por sí solas. Lo que, probablemente, no esperaban es que el fuego «infernal» permanecería activo durante décadas, sin mostrar indicio alguno de querer apaciguarse.